Despierta ahora. Probablemente sientes que algo no está bien con tu vida. Estás leyendo estas palabras y esto me dice que hay algo dentro de ti que te sacude, que te impulsa a buscar respuestas, que te mueve a la acción. Tu conciencia está despertando y esa es una excelente noticia.
Sin embargo, seguramente experimentas tensiones. Al mismo tiempo que vives esta necesidad de transformación, sientes que tu mente te indica que todo está bien en tu vida, que tienes una familia, un trabajo, una casa, un gran coche, y que no necesitas ningún cambio. O todo lo contrario. Puede estar haciéndote creer que no tienes nada y que no debes perder el tiempo, sino que tienes que trabajar para conseguir más dinero y comprar todo eso que te falta.
No la escuches. La mente no entiende de conciencia, no logra captar el sentido cabal de esta transformación que necesitas. Y es que la mente solo sabe de pensamientos, de ideas, de conceptos, de palabras, de noticias. Pero nada sabe de discernimiento, de espiritualidad, ni de verdadera felicidad.
Deja de pensar
Deja ya de pensar. ¿Te asombra esta sugerencia? Es posible que así sea. Toda tu vida te han dicho “Piensa en tu futuro“, “Piensa en tu trabajo“, “Piensa en lo que vas a hacer“. Piensa, piensa, piensa, siempre piensa… Te has vuelto un adicto a los pensamientos, y te parece imposible dejar de pensar. Sometido al poder de tu mente, la gran generadora de pensamientos, te metes tanto en ellos que crees que tú eres lo que piensas. Te identificas tanto con tus pensamientos que no has vivido la conexión con la profundidad de tu ser.
Desde la infancia, te han movido a pensar, te han llenado la vida de creencias, de historias, de pensamientos, de pasado. Tu mente te ha captado, te ha absorbido. Y te has dejado dominar por cada idea de tu mente, por cada juicio, por cada interpretación de lo que ves o escuchas.
La idea de ti mismo
Si te pregunto “¿Quién eres?”, probablemente responderás de acuerdo a lo que te indiquen tus pensamientos. Me hablarás de tu nombre y apellido, de tu profesión, de tus éxitos y fracasos, de tu familia, es decir, de tu historia. Tu respuesta dependerá de lo que te digan tus pensamientos y estará condicionada por tu historia personal. Una historia que ha determinado lo que puedes o no hacer, que te ha impuesto una forma de vivir ajustada a esas creencias. Y tu idea de ti mismo se ha reducido a eso: a una pequeña historia tejida por creencias e interpretaciones, es decir, por pensamientos. Y en esa historia tu ser real y esencial, ha desaparecido oculto por un yo mental, artificialmente creado desde el exterior.
Ese falso yo mental actúa movido por tu ego, que vive permanentemente insatisfecho, que te hace sentir que siempre te falta algo, que nada está bien. Por esa fuerte presencia de tu ego te sientes incompleto, porque te cuenta una historia de insatisfacciones en la que siempre quieres más. Por eso te preocupas tanto por el futuro, porque crees que en ese futuro podrás completarte. El ego te hace vivir en el pasado y en el futuro, y te priva del único sitio donde realmente se vive la vida: el presente.
Todas las personas que son dominadas por sus mentes, están pendientes del futuro, de tener mucho dinero, de alcanzar esto o aquello, de conocer a la pareja ideal, de que llegue algo o alguien que las haga felices. Así el futuro se torna en una búsqueda sin fin. ¿Qué buscamos? De todo, menos a nosotros mismos.
El tránsito: de la conciencia de los objetos a la verdadera conciencia de ti
El ego, la mente, los pensamientos nos han creado una conciencia de los objetos. Todo se transforma en objeto a conseguir, incluso nosotros mismos. Nos sentimos desconformes con lo que somos y queremos parecernos a alguien más. Desde afuera se nos marca cómo debemos ser, que ropa tenemos que usar, que tenemos que comprar.
En este estado de la conciencia dominada por la mente y por los pensamientos, el tiempo es un factor fundamental. La mente marca las horas, los minutos, los segundos que pasaron o que faltan para tal o cual cosa. Te hace creer que la vida está integrada por sucesos que ocurren en el tiempo. Analiza esta idea. ¿Cuándo realmente vives y sientes que vives? Hay una sola respuesta posible: ahora, en este instante. La vida siempre es ahora.
¿Qué es este momento? Este momento es tú, leyendo este texto, vinculándote conmigo. Quizás estés sentado, oyes sonidos a tu alrededor, sientes calor o frío. Si atiendes a tu cuerpo, notas que respiras, que tu piel es tibia. Percibes que ves y escuchas. Y todas esas percepciones te hacen sentir que estás vivo. ¿Cuándo? Ahora, en este instante. Y dentro de un rato, es probable que estas vivencias cambien, y tu vida será, entonces, la que vivas en ese momento, que será tu ‘ahora’. Es posible que dentro de una hora la temperatura sea distinta y que ya no estés sentado sino caminando. Ese será tu presente, esa será tu vida. Las formas del presente son transitorias, sus contenidos cambian, pero su esencia no. En el presente se desarrolla la vida.
Una relación amistosa con la vida desde el yo profundo
Hay otra vida dentro de ti, tienes un cuerpo interior que está vivo y que se está moviendo porque quiere aflorar. Pero tú no lo dejas salir. Te invito a que mientras lees estas palabras, te alejes del dominio de tu mente. Deja de pensar en lo que tienes que hacer, en tus obligaciones, en tu agenda, en tus problemas. Simplemente ábrete por dentro y permite que tu ser interior se manifieste. Fluye, experimenta esa grandiosa sensación de no pensar en nada. Instálate en el presente que es la vida. La mente te seguirá bombardeando con pensamientos, uno tras otro, pero déjalos pasar. No te involucres con ellos, míralos como si fueran una película que está separada de ti. Tú no eres esos personajes en esa película, no participas, son externos a tu ser.
En esta actitud de encuentro con tu verdadero yo, con tu yo profundo, puedes contemplar lo transitorio de las formas. Viviendo el presente, tomas conciencia de las formas. Y encuentras dentro de ti lo que no son formas.
Descubre tu ser
Cuando te desprendes de las formas descubres tu esencia, encuentras tu verdadero ser.
Allí está el portal que te permite una nueva relación con la vida, que es simplemente el momento presente.
Observa a las personas que te rodean, cuyas vidas son cercanas a la tuya. Seguramente habrá alguna, o muchas, de esas que siempre se quejan. Se quejan de cosas que tienen y de las que no tienen, se quejan del tiempo, del país, del trabajo, de los hijos, de los padres. Se quejan de todo. Quizás tú seas una de esas personas. Es bueno reflexionar acerca de esto. Allí está el ego en todo su esplendor, siempre en oposición a todo lo que es y existe, oponiéndose a la vida. El ego siempre está en contra del universo, en contra del mundo. Y si dejas que te domine, serás tú quien se muestre enemigo de todo lo que es.
Esta nueva relación con la vida que surge desde tu conciencia profunda es muy diferente. El yo profundo que hay en ti no necesita del pasado ni del futuro para completarse, porque ya está completo.
El yo profundo no se deja dominar por el ego. Tu yo profundo no genera resistencia, porque resistirse a la vida es demencial. Recuerda que el aquí, el ahora, es lo que importa.
Cuando te encuentras en el presente con tu yo profundo, con tu ser real, te relacionas amistosamente con la vida. Aceptas lo que es y actúas alineado con la vida. Entonces, cada acción, cada decisión, cada tarea es mucho más eficaz, porque no surge por la negatividad, sino por una relación positiva con la vida.
Una transformación que no necesita tiempo
¿Cuánto tiempo necesitas para el cambio? ¿Cuántos años deberás practicar para lograrlo? La transformación de la conciencia no lleva tiempo. Sí, entendiste bien. No tienes que practicar ni ejercitarte, porque ese cambio no está en el futuro. Por eso el ego se desanima cuando hablamos del presente, porque a él le gusta el futuro. Y como el tiempo es su alimento, intenta hacerte creer que con el tiempo el cambio va a llegar.
No es así. Esta transformación no es una apuesta al futuro. Es presente, ya está aquí. Solamente necesitas este momento, el presente. ¿Y cómo funciona?
Empieza ya: acepta cada momento del presente como si lo hubieras elegido.
El presente es la realidad, es lo que el universo ha producido y es lo que es. No puede ser otra cosa que lo que es, así que recíbelo, acéptalo y no te resistas a él. No te quejes ni discutas con lo que es en cada momento, porque la naturaleza no tiene discusión. Así te alineas con la vida, la encuentras en su estado más puro. Vive ese presente, es la única forma de vivir.
Aceptar el presente y el momento es aceptar las formas que lo pueblan. Y cuando te das cuenta que cada momento tiene formas pero que tú eres más grande que esas formas, que trasciendes esas formas, te encuentras con un enorme espacio en tu interior que no lucha, que permite que la forma del momento sea como es. En ese espacio interior no hay juicios ni valoraciones del mundo, no hay pensamientos impuestos. Y esto ocurre simplemente diciendo ‘sí’ al momento presente. Es decir ‘sí’ a la vida misma.
La revolución de la conciencia es ahora
El gran cambio revolucionario de conciencia ocurre cuando te liberas del dominio del pensamiento. El pensamiento ya no te domina, ya no te dice quién eres ni qué debes hacer. Te sueltas de esas historias que el ego te ha hecho creer, de tantas creencias que te han condicionado. Cuando transformas tu conciencia, es como si te movieras en una nueva dimensión, en la que no interpretas, en la que no juzgas, en la que no piensas. Entonces, caminas por la calle y descubres momentos en los que no hay pensamientos, en los que simplemente vives el espacio de tu yo interior. Y realizas tareas en tu casa y no piensas en nada, solo disfrutas de esa ausencia de tu mente.
Esta transformación de la conciencia no implica que debes anular tu pensamiento y tu mente. No se trata de eso. La mente es una herramienta que necesitas utilizar cuando trabajas, cuando estudias, cuando resuelves algo. Pero el equilibrio está en que la mente no te domine, en que sientas que tienes la capacidad de ir más allá del pensamiento.
Cuando descubres tu espacio interior, tu relación con las demás personas cambia. Liberado del poder del pensamiento, ya no te juzgas a ti mismo, y, por tanto, tampoco juzgas a los demás. Los aceptas como son, sin definiciones. Nadie es lindo, feo, bueno, malo, tonto, inteligente, porque todas esas son definiciones. Cada persona es, existe, simplemente así. ¿Has mirado a los ojos a un niño? Te regocijas con su mirada porque sabes que no te juzga, que está totalmente libre de pensamientos auto-impuestos y de definiciones. Y es una sensación muy grata. Algo parecido ocurre cuando tienes una mascota. Te hace bien la relación con ese animal porque sabes que es sincera, que no te juzga, que no hay pensamientos de por medio. Esa es la forma en que los seres humanos debemos mirarnos unos a otros. Simplemente viéndonos, sintiéndonos cerca, sin juicios ni pensamientos que nos pongan etiquetas.
Esa es la verdadera revolución de la conciencia, encontrar esa otra dimensión en la que los pensamientos no te hacen sufrir porque no te dominan, en la que se encuentra tu ser verdadero.
El nuevo mundo es posible
Hay mucha gente que quiere transformar el mundo, pero no encuentra el camino. La buena noticia es que el mundo cambia cuando cada persona cambia, cuando la nueva conciencia lleva esa energía de paz que viene desde lo profundo de cada uno. El mundo no cambia con guerras, con discusiones, con peleas, con confrontaciones. El cambio del mundo es el reflejo del cambio interior de la persona. Ese es el gran destino de cada ser humano: reconectar con ese espacio de conciencia que se encuentra en lo profundo de cada uno.
Tú eres agente de cambio, tú contribuyes a mejorar el mundo. Deja de pensar constantemente y todo lo demás ocurrirá por sí mismo. Encuéntrate con tu espacio interior y sé feliz.
Fuente:
Eckhart Tolle. Vídeo “La transformación de la conciencia humana”.
Escrito por Ettel Fontana.