Hablemos del ego

Hablemos del ego. No es fácil conversar sobre el ego. Él está allí, presente, dominando nuestras opiniones y nuestras emociones. Controla nuestros pensamientos, los pone en nuestra mente y no nos deja pensar con claridad. Sin darnos cuenta, se apodera de nosotros y se hace uno con nuestra identidad. Nos absorbe. Entonces, aparece como si fuéramos nosotros.

Dominados por el ego, lo potenciamos cada vez que actuamos. Es claro que intentará aniquilar todo intento de controlarlo, de anularlo. Guiará nuestras acciones y nuestros pasos para resultar fortalecido y triunfante. El ego tiene fuerza, es prepotente y avasallante. Su presencia nos hace infelices y nos llena de problemas.

¿Y qué puedo hacer para que todo esto no ocurra? ¿Cómo gano la batalla?” te estarás preguntando. Lo primero que tienes que saber, es que no se trata de entrar en guerra con él. No se controla el ego luchando contra él ni llenándote de conflictos o de preocupaciones. Al ego le ganas cuando lo conoces bien, cuando tomas consciencia de su existencia. Ilumínalo con la luz de tu conciencia, muéstrale que sabes que está allí y que entiendes cómo actúa. Es la única manera de superarlo, de trascenderlo. Muéstrale tu luz, porque esa luz que tienes en tu interior lo hiere y lo aniquila.

Conociendo al ego

Te propongo que analicemos juntos cómo se manifiesta el ego. Sería bueno que a medida que lees, observes tu comportamiento pasado, tus reacciones, tus pensamientos. De esta manera irás poniendo luz sobre la presencia del ego en tu vida. Y ya hemos dicho que solo iluminándolo y haciéndolo consciente, podemos trascenderlo.

Veamos pues cómo trabaja el ego:

1- El ego es una voz potente.

Una característica que define al ego es su identificación con la forma. ¿Qué son las formas? Este concepto no se refiere solo a objetos materiales, físicos, tangibles. Las formas son también pensamientos que surgen constantemente en la mente.

El ego es esa voz que escuchas dentro de ti que te envuelve y te mantiene en sus garras. Y esa voz te impulsa a conseguir sus objetivos sin importar nada más. Se apodera de tu mente y de tus emociones. Y todo tu ser se inunda de un predominio del ‘yo’, que en realidad es predominio del ego. Porque el ego no eres tú, se ha adueñado de ti. Y ese ‘yo’, que en realidad es el ego, te impide pensar en otra cosa o de otra manera.

Siempre está en el centro de cada pensamiento, de cada recuerdo, de cada emoción, de cada opinión. Te hace reaccionar con el objetivo de mostrar que eres mejor, superior, más reconocido que los demás. Y te sientes superior a todo y a todos. No puedes salirte de ti mismo y ponerte en el lugar de otros. ¿Te pasa? ¿Reconoces estas condiciones en ti mismo?  Pero no eres tú, es el ego el que te manda, el que te domina.

¿Cómo te ven los demás? El ego muestra una imagen de ti arrogante, individualista y obstinada. Así procede el ego. Y si lo dejas avanzar, te chupa, te absorbe totalmente.

2- El ego es un conjunto de creencias y emociones.

Con creencias y emociones se forma el ego, y de ellas se alimenta. ¿De dónde proceden estas creencias? ¿Cómo las adquieres? Se trata de creencias que la sociedad te inculca. Son ideas preconcebidas que se graban en tu ser desde que naces. Las adquieres en tu desarrollo desde niño y se enraízan en ti.  De esas creencias se alimenta el ego.

  • Los recuerdos y tu historia integran el ego. También forman el ego los roles que desempeñas cuando trabajas. El ego te hace decir: “Yo soy…empleado, gerente, médico, enfermera, educadora, conductor, mecánico”. Y también forman el ego esos otros papeles que asumes en tu vida: padre, madre, amigo.  La nacionalidad, la religión, las creencias políticas son otras piezas que componen el ego.
  • Agrega a todo esto las identificaciones y apegos a los objetos materiales, el querer lo que otro tiene, el no estar satisfecho con nada.El ego se beneficia en esta sociedad de consumo. Por eso provoca en las personas un deseo incontrolable de tener siempre más, de comprar más. Y este deseo se vuelve una obsesión y una enfermedad.
  • El ego también se manifiesta por el apego al cuerpo. Ese apego genera el afán por la apariencia externa que te lleva a extremos increíbles porque crees que si te ven mejor eres mejor y más feliz.Se trata del apego por el cuerpo, que te lleva a querer ser igual a los modelos que la sociedad impone en la publicidad y en las vidrieras. Entonces, te desesperas por estar delgado, por vestir a la moda, por llevar el cabello como marcan las tendencias.

Hablemos del ego: No permitas que el ego te enferme

El ego te hace creer que puedes trascender la ley natural del cuerpo, que es envejecer, cambiar, marchitarse y, al final, morir. Entonces, te niegas a aceptar que tienes canas, que has engordado un poco, que hay vestidos de moda que no te van bien. Te obsesionas por imitar a los modelos. Tu mente se trastorna porque el ego no la deja pensar con claridad en las leyes naturales de la vida.  Y te enfermas. El ego te enferma.

Reconocer la adicción del ego al cuerpo es sencillo, y también es fácil trascenderlo, desarticularlo. ¿Cómo se logra? Liberándose de esa obsesión de tener la mejor apariencia y de lucir siempre joven. Resistir el dominio del ego en el apego al cuerpo no implica descuidarlo y dejar de atenderlo. No es eso.

La alimentación equilibrada y la actividad física cuidan tu cuerpo. Sentirte bien con tu aspecto es bueno. Pero el ego impulsa a excesos y eso es lo malo. Vivir obsesivamente pendiente del cuerpo, valorarlo constantemente como bello, feo, muy gordo o muy flaco es sostener el dominio del ego.

Ya no más juicios de valor, basta de juzgarlo por la imagen del espejo, desde afuera. Ya no más mirarte a ti mismo con los ojos de los demás y correr tras los modelos. Para desmontar el ego en su apego al cuerpo es necesario que mires tu cuerpo sin juicios mentales, sin creer en esos juicios. Tu cuerpo es ese que ves y es tuyo. Ni lindo ni feo, ni gordo ni flaco, ni fuerte ni débil. Es así. Es necesario que lo sientas como tuyo desde el interior.

3- El ego juzga a los demás y se queja.

Para sentirse superior, el ego necesita criticar y condenar a los demás.

Y te impulsa a eso. Pasas la vida criticando a tus amigos, colegas, vecinos. Rompes amistades y te peleas con ellas. Y tu ego crece, y se fortalece. No se trata de aceptar todos los comportamientos y los errores de los demás. Es bueno marcar un error a otro para que pueda superarlo y aprender de él. El tema pasa por ajustarnos a los hechos y no al yo. Los hechos son neutros y por tanto, no tienen que ver con ningún ‘yo’.

Veamos un ejemplo: Si en una cafetería pides un café bien caliente y te lo sirven tibio, entonces llamarás al mesero y le dirás “El café está frío. ¿Puedes calentarlo, por favor?”. Esa es la expresión de un hecho: café frío y tu deseo de café caliente. Pero, si cuando percibes que el café está frío le dices al mesero “¡Qué desastre! Usted me ha traído un café frío. Yo lo pedí bien caliente”, ahí metes el ‘yo’, y ahí salta el ego, ofendido porque no se cumplieron sus órdenes.

Por tanto, evitar los juicios no es aceptar todo lo malo. Si hace falta una reacción, esa reacción debe referirse a los hechos y no a ti. No se trata de quejarte y poner en evidencia que los otros han fallado. Se trata de mostrar los hechos. Cuando te quejas y criticas, el ego se infla, se fortalece, se potencia.  Evitando quejas y críticas a los demás, vas desarticulando al ego.

4- El ego siempre quiere tener la razón.

El ego no soporta sentirse inferior, porque siempre está juzgando y comparándose con los demás. Tener la razón lo hace sentirse grande, todopoderoso. Para lograr sentir que tiene la razón en todo, busca errores en las otras personas, y si no los encuentra, los inventa con sus interpretaciones de la realidad. Y es que para tener la razón, es necesario que alguien esté cometiendo un error.

El ego te obliga a identificarte con una opinión, con un juicio, con una historia y a juzgar como error todo lo que sea diferente. Entonces, tú te sientes superior, porque crees que tienes la razón, y tu ego, ríe satisfecho. Ahora bien. Si actuamos refiriéndonos a los hechos tal como son, no dejamos que el ego intervenga. Y eso está bien. Por ejemplo, afirmar que el planeta Tierra es parte del Sistema Solar, es una afirmación en la que no interviene el ego.

Es una verdad, un hecho que no depende de quien lo diga.  Si tú dices “La Tierra gira alrededor del sol”, no dejas que el ego aflore. En cambio, si expresas esta verdad diciendo “Yo sé que la Tierra gira alrededor del sol, se que tengo razón” o “¿Por qué no me crees cuando te digo que la Tierra gira alrededor del sol?” en esas palabras, aparece el ego con esplendor y fuerza. Personalizas la frase y entonces hablas de ti y no del hecho real. La frase deja de ser objetiva.

La verdad no necesita que la defendamos ni que adoptemos actitudes defensivas y guerreras. La realidad es como es, y no le importa lo que pensemos de ella. Con actitudes personalistas y subjetivas, no hablamos de la realidad sino de nosotros mismos. Y estamos dándole de comer a nuestro ego.

5- El ego es resentido.

El resentimiento es la emoción que produce el ego cuando no está satisfecho. Te hace sentir amargura, ofensa, agravio, indignación. Entonces te enojas con la gente porque es codiciosa, deshonesta, porque hizo o dijo tal o cual cosa. Y crees saberlo todo sobre todos. Eso potencia al ego, pues disfruta con esas reacciones.

Las acciones de los demás son de los demás y no tienen que ver contigo aunque te afecten. Es necesario reconocer que las otras personas también actúan movidas por sus egos. Entender que sus comportamientos son motivados por él, te permitirá evitar reacciones. Si reaccionas, tu ego estará en lucha con los egos de esas otras personas. Y nada bueno saldrá de esos enfrentamientos.

Evitar reacciones no es síntoma de debilidad. Todo lo contrario, hay que ser muy fuerte para superar la lucha de egos y aflojar tensiones. Para evitar reaccionar debes mostrarle a tu ego que lo trasciendes, que no te domina.

Una buena forma de apagar el poder del ego es observar a los demás y pensar en lo que te molesta de ellos. Es mucho lo que puedes aprender de aquellos a quienes consideras tus enemigos. ¿Qué es lo que te molesta de ellos? ¿Qué te enoja? ¿Es su egoísmo? ¿Su necesidad de tener el control y de ser siempre dueños de la verdad? ¿O su deshonestidad? ¿Es su tendencia a la violencia? Cuando lo descubras, piensa que eso que ves en los otros está en ti. 

Es parte de lo que tu ego hace de ti.

El perdón es una buena forma de trascender el ego. Hablo del perdón genuino, del perdón que sientes naturalmente cuando entiendes que el resentimiento y el rencor son cosas del ego y a nada bueno conducen.

6- El ego es enemigo del momento presente.

La conciencia del presente es la mejor herramienta para debilitar al ego. Cuando haces consciente el momento presente y reconoces que es el ego el que te hace reaccionar, estás impidiendo que te controle. Cuando te atrapas a ti mismo quejándote y te das cuenta de que es el ego que habla por ti, el ego se debilita. Cada vez que focalizas tu atención en ese presente en el que tu ego hace algo para controlarte, estás venciéndolo. Es así como te liberas del ego, es así como lo debilitas.

Desarticulando al ego

Como puedes ver, el ego es un gran paquete. El contenido de ese paquete varía de una persona a otra, pero la estructura es la misma. En el fondo, todos los egos son iguales. Te invito a que reconozcas en ti estas cosas que integran el ego de las que hemos hablado.Recuerda que para trascenderlo, hay que hacerlo consciente.

Por tanto, puedes empezar ahora.

Si en cada momento en que el ego intenta aparecer tú tomas consciencia de él, lo estás trascendiendo. Si en el instante en que vas a reaccionar a algo que no te gustó piensas que es el ego el que reacciona, lo debilitas. Hacerlo consciente, centrar la atención en el ego cada vez que aflora, es la forma de derrotarlo, de adormecerlo, de mostrarle que no te domina, que tú controlas tu vida.

El ser humano tiende a creer que lo que el ego le muestra es la realidad. Pero no lo es, es solo una ilusión creada por él para controlar la vida de las personas. Por lo tanto, es necesario reconocer esa acción del ego para que esa ilusión falsa desaparezca, se desvanezca. Tienes en ti todo lo que necesitas para liberarte de su dominio.

Fuente: Eckhart Tolle
Escrito por Ettel Fontana

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4 comentarios en “Hablemos del ego”

  1. hermoso me gustó mucho . y leeré lo del autoestima ese me interesa más. por años permiti que un egoísta me sometiera y me robara mi autoestima y amor propio .

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